domingo, 20 de enero de 2008

¡YO NO FUI! ( o "La increible y triste historia del cándido Chocman y su historia desalmada")

Sucedió hace muchos años, no sabría decir cuantos, pero seguro que en la primera mitad de la decada de los noventas.
Mi Tata aún vivía, por defecto, yo no superaba los 11 o 12 años. Mi mamá en aquellos tiempo solía, al igual que hoy en día, pero con menor frecuencia, comprar golosinas "a granel" y guardarlas para que las fueramos comiendo de a poco. Sucedió entonces que llegó un buen día con una tira de los nunca bien ponderados, Chocman, que en aquella época vivían su edad de oro. Luego de darnos a mi hermana y a mi, uno a cada uno, procedió a guardarlos en el refrigerador (si mal no recuerdo debió ser primavera o verano, ya que el calor fue el motivo de dicho refugio).
Conforme pasó el tiempo la cantidad de Chocmans se vió mermada por el apetito y probablemente también el ocio, hasta quedar solamente una unidad del bendito biscochito bañado en pasta sabor chocolate y relleno de mermelada. La orden fue clara, "no te comas ese chocman porque tu ya comiste muchos y hay que dejarle a los demás".

Pasó algo bastante curioso, despues de un par de horas, mi mamá (conocida como Gordis) apareció en mi cuarto enfurecida porque me había comido el último chocman.
Aclaremos, como nota al margen, que el disgusto no radicaba en la pérdida del dichoso chocman, que no costaba más allá de $100, ni en el acto mismo de comérselo, sino en el hecho de haber transgredido la orden materna, y dentro de la misma falta, la carencia de solidaridad y sentido de la equidad con el resto de mi comunidad, que en aquel entonces era integrada por mi Tata, mi Tita, mi mamá (la Gordis) y mi hermana Viviana (que en aquel tiempo era como mi Némesis)

lo más raro del caso es que yo no recordaba en lo absoluto haberme comido el famoso pastelito, es más revisé infructuosamente en mi memoria, mientras cumplía el castigo posterior, para ver si yo mismo, en mi afán de salvar mi integridad (o más bien la de mi permiso para salir) había borrado de mi memoria los recuerdos de aquel suceso.
Finalmente llegué a la misma conclusión a la que llegué en primera instancia frente a la acusación y que efectivamente la única forma de haberme comido yo el cuerpo del delito era teniendo algun tipo de enfermedad siquiatrica del tipo doble personalidad, bipolaridad o como sea que se llame.
Pero que fue lo que paso, ante la mirada acusante de mi Madre, y extrañamente no con la tranquilidad que ameritaba el caso, sino con la intranquilidad y nerviosismo que me generaba el estar siendo acusado (porque sépanlo, me pongo nervioso ante una acusación siendo inocente tal cual como cuando soy culpable), le dije que yo no había sido, que podría haber sido mi hermana, o quizás hasta mi Tata o mi Tita quienes se hubieran comido el chocman sin mala intención pero tampoco dando aviso de ello. Mi mamá hizo lo que correspondía hacer en el caso, pregunto a cada miembro del hogar acerca de lo sucedido, y ante la respuesta unánime de "YO NO FUI", no le quedó más que confiar en los mayores de edad y desconfiar de mi corta edad y mi sabida glotonería y carencia de voluntad frente a cualquier concentración alta de azucares.
Y qué fue lo que usted cree que pasó. Exactamente, mientras más me acusaban yo más negaba, y la relación entre mis negaciones y el enojo de mi madre fue in crescendo de manera directamente proporcional, a tal punto que despues de un rato el arresto domiciliario terminó siendo no por tomar lo que no era mío sino que por mentir.
Despues de pasado el tiempo (aclaremos que actualmente tengo 26 años, por lo que lo que más ha pasado es tiempo), la famosa historia me acompañó en mis introspecciones por mucho tiempo, apareció (saliendo de mi boca porque al parecer al resto no le interesaba en lo absoluto recordar lo acontecido) en conversaciones familiares incontables veces siempre acompañado de un "les juro que yo no me comí el chocman" de mi parte y de un "yaaaaaa, cortala con lo mismo".

Está claro que si de verdad alguien está leyendo estas líneas debe estar pensando que soy un pegao, que soy latero, que tengo un trauma de infancia o quizás que cosa más.
La verdad sí, el famoso Chocman me causó una especie de trauma, ya que cada vez que una situación similar golpea mi puerta, no puedo sino recordar dicha historia y pensar que debí aceptar la culpa, no sólo con el chocman sino con mil cosas, porque el estigma de goloso o desobediente quizás nunca te lo vas a quitar, pero quedar etiquetado como en Pedrito y el Lobo, es definitivamente peor.

¿El motivo de este recuerdo?

Simple, esta semana me comí 3 chocmans.*






*retóricamente hablando, se entiende.

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